José Mompó, vecino de L'Olleria, es propietario de unas tierras de cultivos de huerta cerca de Albaida, en la partida de la Orcala contiguas a la nueva carretera que se está construyendo en la villa y que forma parte de la que va de Silla a Alicante por Alcoy (tramo Xàtiva -Alicante). José se queja y reclama que el contratista de las obras (Antonio Galdó) cuando abra los cimientos del muro en el punto llamado Fora-Fora tira los escombros en el barranco de Orcala que está junto a la nueva carretera.
Escombros de tierra, de piedra latinoa que sin respetar nada, ni legislación ni permiso del propietario, taponan el barranco.
Además, abre una zanja (zanja : Excavación larga y estrecha hecha en el suelo para realizar una canalización) muy pequeña por donde encaró la cama (cauce) del barranco. Estamos en el año 1860.

El 7 de octubre llovió lo que no está escrito y se produjo una fuerte avenida de agua que no cupo por la zanja hecha por el constructor.
Se desbordó el barranco y las aguas con su violencia entraron en las tierras de José Mompó inundando el bancal de los escombros de la carretera que habían sido asomados al barranco. Las aguas descontroladas saltaron de bancal en bancal, maltratando y destruyendo, las cosechas, negando (negar) las acequias de riego, los desagües, llevándose la tierra de los bancales, tumbando moreras y causando una gran erosión hasta que volvieron a la cama natural del barranco junto al puente del Aljorf.
Se inicia un proceso de reclamaciones y posibles indemnizaciones por daños y perjuicios. El propietario, por medio de su representante (Joaquin Ferràndiz) y el perito (Francisco Penalva-sic-) acuden 4 veces a Albaida a gestionar la solución, sin ningún resultado. Piden vaciar los bancales de los depósitos de escombros porque es lo prioritario para poder sembrar el trigo y que el arrendatario del bancal (José Coll) no sufra ningún perjuicio.
Tanto la sección de Fomento de Obras Públicas (Gobierno Civil) como el cuerpo nacional de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Valencia le dan la razón al propietario de las tierras y reconocen el error del contratista de abrir un tramo nuevo de barranco sin respetar la ley de expropiaciones y la anchura del barranco, PERO también remarcan “…el temporal fue extraordinario por lo copioso…no dando salida a las aguas las cunetas ni desagües establecidos…estropeando la explanación y hasta el firme…”. Deciden nombrar a un perito por parte del contratista (José Català) que junto al del propietario de los bancales fijarán el valor de los perjuicios creados por la fuerte lluvia.
Estamos a 28 de enero de 1861 ya las ocho de la mañana están, los peritos, en el bancal para medir los daños y han quedado el día 30 de ir al ayuntamiento a rendir la oportuna declaración del mal hecho y valoración de cada uno de los peritos. El perito del contratista valora los males en 100 reales (antigua unidad de cuenta equivalente a una cuarta parte de peseta) de jornales para extraer de los bancales las piedras y escombros del barranco. Mientras que el perito del propietario del bancal valora los males en 250 reales.
El 20 de abril, vista la notable diferencia de precios, el señor alcalde (José Monzó) pasa las diligencias en el Juzgado de Primera Instancia a fin de que el juez, a pesar de la ley de 1836, nombre un tercer perito en discordia.
¿Cómo quedó la cosa? No lo sabemos.
Recuerdos pasados, malos presentes. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

Josep Moll
Salud y pelota
